INTRODUCCIÓN

Esta obra nace de una sincera relación. Es un cambio de sentidas impresiones entre dos buscadores espirituales que anhelan hacer de un mundo bueno, un mundo mejor, y que un día acordaron que podrían compartir de forma abierta algunas impresiones y experiencias sobre la relación, el amor y todo aquello que nace y vive en torno a ello.

Un mundo mejor, no cabe duda, comienza por una mejor relación entre todas las criaturas vivientes y sintientes de este planeta. Ya sabemos que eso que damos por llamar ego nos separa al mismo tiempo que el Ser nos une. El odio divide, pero el amor integra. Nos creemos civilizados, pero estamos muy distantes de serlo; nos creemos seres humanos, pero todavía somos homoanimales, a menudo condicionados por lo peor del animal y del ser humano. Pero podemos poner los medios para mejorar y que eclosionen en nosotros las poderosas energías de la compasión y la generosidad. Todo eso desde esa visión que desea penetrar el Misterio de todo cuanto nos rodea.

La relación con los demás es un verdadero yoga, es decir, una auténtica senda para poder despertar la consciencia y emprender la realización de sí. Somos en nosotros mismos y somos en los demás. Por un lado tenemos que desarrollar fructíferamente nuestra mismidad, pero también la otredad. En el escenario de la relación humana siempre podemos estar aprendiendo.

Al mirar a los otros, nos vemos a nosotros mismos. Lo mejor de nosotros debe ser también para los demás. La relación con los otros admite todos los registros y tenemos que construir los más nobles, cooperantes, creativos, generosos e inspiradores. Sartre dijo: “El infierno son los otros”. Para alguien como San Francisco de Asís o Ramakrishna los otros pueden ser el cielo. Si mejoramos las relaciones con las otras criaturas, si sacáramos lo mejor de nosotros mismos para compartirlo, este planeta (que es el manicomio de los otros planetas), podría tornarse un paraíso.

El trabajo sobre nosotros mismos para despertar, acrecentar la consciencia, purificar el entendimiento y cultivar sentimientos bellos, es un modo esencial para tender lazos afectivos sanos. Hay que aprender a relacionarse con uno mismo para mejor relacionarse con los demás, pero también cuanto mejor se relaciona uno con los otros, mejor lo hace con uno mismo.

Hay una historia real: en una ocasión unos periodistas le preguntan al Príncipe de Gales qué pensaba sobre la civilización. Repuso: “Como proyecto no me parece mal. Avísenme cuándo lo pongan en práctica”. Pero los avances tecnológicos y científicos no nos han hecho más civilizados, no nos han humanizado. Hay que restituirse a uno mismo en un plano más elevado de consciencia y poder así compartirlo con los demás y tallar vínculos afectivos sanos y genuinos, inspirados por la benevolencia y no envenenados por el egocentrismo. ´

Ojalá llegue el día en que el amor se esparza como el aroma del jazmín. Ojalá llegue el día en que nos demos cuenta de que estamos en el camino para ayudarnos y de que no hay otra cosa mayor para ello que el AMOR.

Ramiro Calle

© 2014 RAMIRO CALLE & JAVIER LEÓN © Editorial Nous